sábado, 25 de febrero de 2012

DOCUMENTACIÓN COMO NARRACIÓN Y ARGUMENTACIÓN (2ª PARTE)


            

   Esta es la 2ª parte del artículo de Alfredo Hoyuelos sobre la metodología utilizada por Loris Malaguzzi. El pensamiento de Malagizzi era que los niños aprenden el trabajo que ellos mismos crean, aprenden de sus actividades, de sus recursos. 
             


2ª Parte

                  Caer en el subjetivismo y conseguir, así, procesos creativos de intersubjetividad. En muchas ocasiones, he tenido el placer de discutir con mis compañeras –cuando analizábamos imágenes fotográficas o de video- sobre las posibles explicaciones de lo que allí veíamos. Todos nosotros contamos nuestra historia con veracidad, pero sin creernos poseedores de la verdad. Cada uno, con nuestra cultura, nuestra forma de ver, nuestras emociones y expectativas interpretábamos algo diferente. Lo importante es que el trabajo de los demás amplia nuestro horizonte de miras y sentido, y evita crear etiquetar prematuramente a las criaturas. De la misma forma, siento que la documentación de procesos reales vividos con el alumnado ha evitado, muchas veces, caer en discursiones y elucubraciones sólo teóricas. Las imágenes de niños y niñas, con nombre y apellidos, y con los que trabajamos todos los días nos ayudan a centrar en nuestra interpretación sobre una realidad intercambiable.

                No documentamos para crear un archivo o hacer acopio de imágenes o trabajos. Lo que nos interesa es comprender, más que explicar, mejor la cultura de la infanica: ‘Explicar no es suficiente para comprender, como reveló Dilthey. Explicar es utilizar todos los medios objetivos de conocimiento, pero que son insuficientes para comprender al ser subjetivo. La comprensión humana nos llega cuando sentimos y concebimos a los humanos como sujetos; nos abre a sus sufrimientos y sus alegrías (…) A partir de la comprensión se puede luchar contra el odio y la exclusión’.




                La interpretación es importante, pero tal como escribimos en el artículo de este mismo monográfico sobre la documentación en video, ésta debe terminar con una narración estética de calidad que de cuenta pública de lo acontecido en algún formato documental: panel, Power Point, folleto, DVD, etc… De esta manera, se unen en armonía contenido y forma. Una secuencia fotográfica, por ejemplo, debe dar cuenta de un proceso que diga algo interesante de lo que esa experiencia ha significado para los niños y niñas que en ella aparecen. Pero al mismo tiempo, las imágenes deben estar adecuadamente encuadradas, no necesariamente torcidas, con iluminación y cromatismos ajustados, y con los fondos muy cuidados. Cada fotografía es portadora de una imagen de infancia, de escuela y de nosotros mismos. Una imagen descuidada puede traicionar nuestras mejores intenciones. Pilartxo Iturgaiz, en su artísulo, nos da suficientes pistas sobre cómo llevar esto a la práctica.

                Cada formato exige diferentes capacidades técnicas y comunica de forma diversa. Por ejemplo, un DVD es un producto autónomo que se debe explicar por sí mismo; y un Power Point es un documento que se mueve con nuestras explicaciones, con nuestro latir y ritmo.

                Al narrar construimos una trama de sentido tanto para los niños como para nosotros mismos. En la documentación debemos, con rigor, dar datos veraces de lo acontecido, pero al mismo tiempo supone construir una narración comprensible para otro –el espectador activo- de lo vivido. También sabemos que al tratar de hacer algo comprensible para los demás es cuando, en muchas ocasiones, emerge como evidente para nosotros mismos.

                A través de la narración, la escuela genera su propia historia cotidiana y significativa, lejos del lenguaje técnico oficial. Desvela su propia biografía y las de los protagonistas que crean historias, relatos y vicisitudes dignos de ser contados.

                Trabajar con este concepto de documentación significa tener presente que ésta forma parte del proceso educativo desde el principio. No siempre se trata de hacer algo y, posteriormente, rescatarlo para poder narrarlo. Esto es más difícil. Pensar que la documentación es un eslabón de la cadena de actuaciones con los niños y niñas nos ayuda a reflexionar de otra manera y a planificar mejor lo que deseamos narrar. Por ejemplo, cuando planificamos un panel de documentación, si lo hacemos desde el inicio, podemos saber si –conforme a la maqueta prevista- quedan mejor las fotos en horizontal o en vertical, para luego realizarlas adecuadamente. Esto ahorra tiempo y energía. Pero también tenemos que asumir que todo no lo podemos prever: por suerte, las expresiones y los procesos infantiles. Es en ese equilibrio inestable donde surge la narración documental.

LO QUE NO SE VE NO EXISTE  Con esta afirmación provocadora Loris Malaguzzi trataba de estimular a algunas maestras y maestros para que evitasen esa alergia documental que, a veces, contamina nuestra profesión. Para él, la escuela que no documenta, en realidad, pierde el tiempo. De esta manera, si por algo llama la atención Reggio Emilia es por la calidad de su caudal  documental. Y no se trata sólo de una obsesión formal. La documentación es una manera ética, estética y política de pensar la educación y sobre todo, de reflexionar sobre las extraordinarias capacidades de los niños y niñas para evitar que pasen desapercibidas en nuestra cultura.

                En cierto modo es como una zona de desarrollo próximo en la que se coloca nuestra imagen para hacerla pública. La documentación supone establecer una distancia –un nuevo punto de vista- sobre nuestro trabajo. Es una ocasión preciosa para discutir y confrontar las reflexiones y síntesis de nuestro proyecto educativo. Se ofrece como una ocasión para releer los procesos de aprendizaje.

                La documentación brinda al niño una posibilidad de autovaloración, una forma para conocer y reconocerse, una manera de encontrar sentido a su actuar, una posibilidad para la reflexión, una memoria de sí mismo, y el derecho a no ser encerrado en una única interpretación.

                A las familias les ofrece la oportunidad de ver las palabras, de observar como caminan los procesos infantiles (para no valorar sólo los productos) y de conocer mejor a su hijo o hija. Es una ocasión para sentirse partícipes de los acontecimientos que surgen en el ámbito escolar sobre los cuales pueden opinar y debatir.

                En la documentación de algo se establecen relaciones creativas y coherentes entre los ideales teóricos y la práctica educativa: entre nuestra declaración de principios y nuestro actuar; entre nuestros deseos y los de los demás; y entre nuestra propia comprensión y la de los otros. A través de la documentación se desvela una escuela que quiere argumentar su trabajo más allá de las palabras, una escuela que piensa, que reflexiona, que aprende en el camino; una institución educativa que sabe ponerse en discusión pública, capaz de escuchar y dialogar con democracia, construyendo procesos de recíproca confianza.

Alfredo Hoyuelos

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