domingo, 31 de marzo de 2013

Experimentación en 0-3

Un artículo muy interesante sobre la experimentación en el aula con frutos naturales. Yo he tenido el placer de ver el resultado en múltiples ocasiones en mi aula y me ha parecido adecuado copiar aquí este artículo que describe una actuación de este tipo en una escuela. Espero que os guste. 


Experimentar con frutos en el 0-3

Salut Corsa
Aula de Infantil Num. 52, noviembre- Diciembre 2009


En la Escuela Infantil de primer ciclo, niños y niñas empiezan a explorar, conocer y experimentar con frutos, relacionándolos con los alimentos, con su procedencia y con la realidad del huerto que tenemos en el patio. Dentro y fuera de la escuela, nos proponemos crear contextos ricos, vivos y estimulantes a fin de que se conviertan en auténticos entornos de aprendizaje.

Los frutos ofrecen muchas posibilidades manipulativas y sensoriales:

·         Estimulan el conocimiento de los sabores, colores, formas, pesos y texturas.
  • Hacen posible la exploración, la manipulación, la observación, la experimentación, para llegar a la clasificación, la comparación…
  •  Despiertan la curiosidad y fomentan el planteamiento de preguntas.
  • Permiten ver procesos de cambio.
  • Contextualizan muchas actividades diarias.


Objetivos:

El objetivo es dar respuesta a la curiosidad y el interés que tienen los niños por comprender lo que sucede a su alrededor, relacionándolo con su cotidianidad, y ejercitar habilidades que favorezcan la construcción de conocimiento.

Dentro y fuera de la escuela, nos proponemos crear contextos ricos, vivos y estimulantes a fin de que se conviertan en auténticos entornos de aprendizaje.

Queremos que los niños y niñas consigan:

  • Desarrollar capacidades para ser competentes a medida que lo permita su madurez.
  • Aprender a descubrir, observar y explorar el entorno próximo
  • Disfrutar de la riqueza de formas, colores, olores y sabores que proporcionan los frutos.
  • Expresar con diferentes lenguajes los descubrimientos realizados y compartidos.

Por eso se lleva a cabo un trabajo progresivo a lo largo del curso en el que cada grupo de niños, según su edad, adecua el juego a sus posibilidades cognitivas, motrices y comunicativas.

Actividades

El primer año de vida ofrecemos a los niños sentados en la alfombra una cesta con frutos. Ante los ojos de los niños se abre un universo que les permite: chupar, mirar, tocar, percibir olores… Y todo ello preguntándose: ¿Qué es esto? Se trata de una experiencia que, además, estimula el movimiento. 

La captación de sensaciones que realizan los sentidos provoca sorpresa y extrañeza, y aportan a los niños información y conocimiento sobre sí mismos y sobre el mundo. Con una mirada, comparten con la maestra sus descubrimientos, y ésta disfruta a su lado siguiendo el desarrollo de la actividad.

El segundo año de vida proponemos a los niños y niñas abrir la caja que, semanalmente, llega de la verdulería y preparar  el desayuno elaborando zumo de naranja o pelando algunas frutas. En torno a la caja surgen preguntas como: ¿Qué puedo hacer con esto?, ¿Qué pasaría si…? LA curiosidad lleva a los niños a explorar, hacer interacciones, reconocer propiedades, características de cada fruto y acercarse a la diversidad. Después de la exploración libre, los niños pueden clasificar los frutos poniéndolos en la cesta correspondiente y decidir que fruta quieren probar. También pueden pelar plátanos o mandarinas, desgranar uvas, quitar el pedúnculo a las fresas y cerezas y hacer zumo de naranja con los exprimidores.

El tercer año de vida haremos actividades en torno al huerto del patio, donde plantamos, sembramos, regamos y recolectamos. Son actividades encaminadas a saber de donde salen las plantas, y a observar su crecimiento y que producen (flores y frutos).

Nada interesa  más a los niños y niñas que la vida, por eso el huerto es valioso a la hora de descubrirla. Desgranar judías, habas o guisantes posibilita hacerse preguntas e identificar propiedades de las semillas. La maestra organiza sus descubrimientos, comenzando así a construir el modelo de ser vivo. En esta etapa, la aparición del lenguaje verbal permite denominar con precisión las observaciones, despertándoles la actitud investigadora. El uso de todos los lenguajes y de diferentes modelos de representaciones enriquece la propuesta y ayuda a crear redes conceptuales.

Las familias participan en actividades como la realización de talleres de panellets, empanadas de espinaca y calabaza, coca de recapte (torta de cebolla, tomate, pimientos asados con sardinas, butifarra o panceta), y saliendo a visitar un huerto ecológico en diferentes épocas del año. Su implicación complementa y optimiza el proceso de desarrollo de sus hijos e hijas.

A modo de conclusión

En las primeras edades, el pensamiento va unido a la acción y los saberes se expresan, como sostiene Magaluzzi, con cien lenguajes. Por eso basamos la acción educativa en el respeto y en el diálogo, utilizando el hacer, el pensar y el comunicar.

Se plantea la experimentación como una actividad compartida. El aprendizaje entre iguales favorece la evolución de las ideas de los niños y el hecho de emocionarse juntos con los nuevos descubrimientos.

La maestra escucha, acompaña dando seguridad y confianza para que los niños actúen de manera autónoma, e interviene haciendo preguntas abiertas que, a su vez, generan otras preguntas. Todo ello constituye un reto que apasiona y emociona: ayudar a los niños y niñas a ser competentes para vivir, aprender, escuchar y comunicar.

lunes, 4 de marzo de 2013

LA CONFIANZA DE LOS ADULTOS EN LAS CAPACIDADES INFANTILES


Escrito por Encarna Domínguez y Margarita Alerm. Centre d’Educació Infantil i Familiar. EI Mosaic. Granollers (Barcelona)
Aula de Infantil nº45 Septiembre- Octubre 2008


En el espacio de juego tenemos un tobogán un poco alto para favorecer la motricidad de los niños y las niñas. Los primeros días de escuela vimos cómo la abuela de Roser sufría cuando la niña intentaba bajar por el tobogán.
Roser enseguida decía:
_¡Ayudame, ayúdame!
No se atrevía a hacerlo sola ante la mirada de su abuela.
Por su parte, la abuela corría a ayudarla y a continuación le decía:
_Roser, no te subas que te vas a caer.



Ésta es una de las muchas situaciones que nos podemos encontrar a lo largo del día, donde se pone a prueba nuestra capacidad como personas adultas de respetar la autonomía de los niños y las niñas sin estropear su imagen y dar mensajes que pueden entorpecer su desarrollo.

A menudo hablamos de los miedos infantiles y es cierto que pasan por periodos en los que tienen miedo a diferentes cosas: a la oscuridad, a las personas extrañas, a los ruidos desconocidos… pero hoy no queremos hablar de estos miedos sino de los miedos de las personas adultas que, a menudo sin darnos cuenta y con un sentido protector, traspasamos a los niños con nuestros gestos, nuestras palabras y nuestras acciones.

Para poder llevar a cabo este aprendizaje el niño o la niña necesitan probar y arriesgarse, pues es la única manera que tienen de comprobar sus habilidades. Este camino es el que les ayudará a tener una imagen ajustada a su identidad y esta conquista es la que les ayudará en diferentes situaciones de sus vidas.
Para llevar a cabo estas conquistas, el niño necesita un entorno que le anime, que le apoye, y que también le haga sentir seguro sin limitar sus intentos.

Para las familias a veces es difícil encontrar este equilibrio entre el dejar hacer y sobreproteger. Muchas veces anteponemos los posibles peligros o consecuencias, sin valorar que el niño o niña sabe desenvolverse y no hay que hacerle coger miedos innecesarios.

Los niños y las niñas tienen la capacidad para protegerse de los peligros 
aunque a veces corran riesgos que a nosotros nos parecen innecesarios.

Tenemos que poder diferenciar cuando un miedo es nuestro con el fin de no transmitirlo, sin que eso quiera decir que no podamos colocar al niño o niña en situación de alerta.

Con pequeños mensajes en positivo podemos lograr el mismo efecto, sin traspasar nuestros miedos, pero haciendo ver que hay que ir con cuidado.

En lugar de decir: ‘No te subas que te vas a caer’, podríamos cambiar la frase por: ‘agarrate fuerte que te podrías caer’.

Con este mensaje le damos la posibilidad de protegerse y al mismo tiempo le advertimos de un peligro que puede ser que pase o no. Se la misma manera ayudamos al niño o niña a que vaya adquiriendo un control sobre posibles caídas porque éste también es un aprendizaje  que le ayudará en muchas situaciones.

Tan importante es protegerse para no hacerse daño, como aprender a caer para evitar males mayores.
A menudo los niños y las niñas cuando están haciendo una acción nos miran para calibrar cuál es nuestra actitud. Una mirada de apoyo puede ser suficiente para que se sientan apoyados y al mismo tiempo seguros de que estamos con ellos, aunque sea en la distancia.

Hay que preservar la libertad infantil por encima de todo, porque su libertad les llevará a vencer obstáculos y a no someterse a miedos que les pueden privar de conseguir nuevos logros.
La libertad es una virtud que les ayuda a superarse, a tener un espíritu valiente, combativo.
A menudo la libertad da miedo, porque implica asumir responsabilidades, pero a la vez también ayuda a luchar contra el miedo.

Los adultos somos responsables de educar a nuestros niños y niñas en esta libertad.

Algunas propuestas que pueden ser válidas

  • Identificar si estamos ante un peligro real o de un miedo del adulto.
  • Prestar atención a las continuas acciones de los niños con una mirada confiada.
  • Si hay que alertar sobre un peligro, hacerlo siempre con mensajes positivos.
  • No anticiparnos con nuestras acciones y nuestros gestos, sino esperar la respuesta de los niños.
  • Controlar nuestras emociones en situaciones en las que el niño o niña está probando sus habilidades.
  • Respetar la autonomía de los niños y las niñas porque eso les hará ser más libres.