miércoles, 30 de septiembre de 2015

Los Mordiscos

Como docentes seguro que os habéis tenido que enfrentar a casos de alumnos que pasan por épocas en las que muerden. ¿Cómo encaramos esto? ¿Cómo hacemos entender a los padres de los niños mordidos que es una época por la que tienen que pasar, y que puede que su propio hijo lo haga también? La revista Maestra Infantil publicó este artículo de la Psicopedagoga y Maestra especialista en Educación Infantil, Ana Roa.



Durante un conflicto entre niños es posible que se escape algún mordisco de forma puntual, hecho éste que no tiene por qué suponer nada fuera de lo que podríamos considerar normal en el desarrollo de los pequeños. Sin embargo, cuando esta acción se convierte en algo habitual, puede ser un reflejo de algún tipo de problema emocional o de conducta, que debe ser afrontado convenientemente para facilitar su socialización y su correcta evolución.

¿Por qué muerden?

Dado que la boca es uno de los primeros instrumentos que permite conocer a los niños cómo es su entorno, el hecho de morder no implica necesariamente una reacción agresiva, sino que es más bien una manera de explorar y relacionarse con el medio que les rodea. De hecho, los bebés se llevan frecuentemente a la boca todo aquello que está a su alcance para 'catalogarlo' convenientemente, además de para intentar calmar la irritación que tienen en las encías cuando les empiezan a salir los dientes. Según van creciendo, cuando quieren llamar la atención o reclamar algo que consideran suyo, o simplemente ven a otros niños hacer lo mismo, también recurren a los mordiscos, especialmente si están viviendo alguna situación estresante o se sienten particularmente nerviosos por algún tipo de cambio. Realmente no tienen desarrolladas muchas habilidades para comunicarse y el descubrir que pueden conseguir las cosas con una determinada actitud les da cierta seguridad, y actúan en consecuencia. Cuando, en la etapa preescolar, los niños no disminuyen la frecuencia de los mordiscos y no son capaces de transmitir sus deseos y frustraciones de una manera más 'evolucionada', conviene analizar las causas de por qué muerden e intentar atacar el problema desde su origen. No son lo mismo las mordeduras de los lactantes, de carácter más experimental, que las mordeduras producidas por estrés, impotencia o frustración. En cualquier caso, casi siempre es posible canalizar convenientemente esa actuación si seguimos una serie de sencillas pautas.

Durante las primeras etapas, cuando los niños se llevan todo a la boca, es aconsejable darles mordedores fríos y juguetes adecuados para desarrollar sus sentidos, diciéndoles firmemente que no muerdan cuando la situación lo aconseje.

Cuando los niños muerden por estrés, derivado de situaciones en las que se encuentran bajo presión emocional, se trata de encontrar las causas que generan dicha presión, que es aquello que les molesta y provoca esa reacción no deseada, para intentar minimizar sus efectos; algo similar ocurre cuando se sienten frustrados porque no se encuentran cómodos en alguna situación y reaccionan agresivamente, y en estos casos conviene que estén en grupos reducidos y con periodos cortos de juego. En todo caso hay que hacerles ver que morder duele y que no está bien hacerlo.

Hay otros casos en los que, realmente, los niños se sienten agredidos, y es interesante verificar que los demás, generalmente mayores, no están permanentemente molestándoles... Al sentirse importentes, muerden para recuperar cierta sensación de seguridad y poder, por lo que, a la vez que les hacemos ver que su actitud no es buena, haremos comprender a los otros que todos debemos colaborar para que no se produzcan estas situaciones. 

Puede que el niño muerda porque...


  • Está descubriendo sus 'defensas': El niño se da cuenta de la fuerza que puede hacer con los músculos de la boca y conviene dejarle juguetes de distinta dureza, peso y rugosidad, para que experimente con ellos.
  • Está intentando controlar la situación: Conviene que se le brinden al niño oportunidades en las que sienta que su criterio es tenido en cuenta, como, por ejemplo, dejar que elija el color de la camiseta o el sabor del helado.
  • Está explorando formas de socialización: Es interesante reforzar los buenos comportamientos y guiarlo en su proceso de socialización, enseñarle a saber estar con otros niños, aplaudiendo cuando es capaz de dejar sus juguetes sin rechistar y cuando se comporta de manera adecuada.
  • Está exteriorizando sus frustraciones: En muchas ocasiones, el niño puede canalizar su frustración por no poder transmitir lo que desea de una manera agresiva, por lo que conviene prestar atención a lo que quiere exteriorizar en cada momento.

¿Cuando suele aparecer este comportamiento? ¿A qué edad?

Cuando el niño empieza a andar y va adquiriendo ciertas destrezas en el dominio de su cuerpo, cuando desde el punto de vista motriz se va desarrollando de manera muy notoria pero no es capaz aún de utilizar el lenguaje para dar salida a sus inquietudes y deseos, es cuando suele aparecer este comportamiento como resultado de esa angustia o frustración tal y como hemos ido comentando. Se trata de una etapa en la que es deseable prestar atención a la conducta del pequeño, controlar los modelos que puede imitar y corregir con suavidad pero con firmeza tales comportamientos; esto es, hacerle ver que el hecho de morder lleva consigo ciertas consecuencias. Evidentemente, la forma de corregir dichas consecuencias no es precisamente morderlo a él, para que sea consciente de lo que duelen los mordiscos, pues esto provocaría el efecto contrario, ya que los niños van conformando su estructura personal en gran parte por imitación del entorno, de ahí lo poco 
adecuado de este tipo de actuaciones.

¿Qué podemos hacer cuando muerden?

En primer lugar observaremos cuándo aparece esta conducta y porqué. Una vez registrado esto, es importante que el niño comprenda que está haciendo daño, que se trata de una agresión y no podemos aceptarlo. De forma rápida, pero serena, coherente y firme, le mostraremos nuestra desaprobación y le diremos que se retire del juego o de la actividad que estemos realizando en ese momento porque 'no se hace daño a los demás'. Después de un breve periodo de tiempo (podemos aplicar el 'tiempo fuera' dos minutos aproximadamente), volveremos a hablar con él y deberá tener claro que si quiere continuar jugando, no podrá morder.

Sería muy conveniente que pidiera perdón al niño agredido y entendiera que existen otras formas de relacionarse: 'las palabras para expresar lo que queremos', 'esperar el turno', 'pedir prestado lo que queremos'... Una vez que el niño comience a utilizarlas y pida permiso para coger un objeto que no es suyo o perdón cuando la acción no sea buena, lo elogiaremos y valoraremos su esfuerzo por ser capaz de mantener el orden y jugar sin conflictos.

Para tener en cuenta:


  • Diremos 'NO' de manera firme pero sosegada, desaprobando la acción.
  • Acompañaremos nuestra actuación con una frase, por ejemplo: 'Morder hace daño a los demás'.
  • Cuando la conducta persista, aplicaremos el 'tiempo fuera' durante un breve periodo de tiempo.
  • Mostraremos otras maneras de relacionarse con los demás que le permitan expresar emociones.
  • Repetiremos el mensaje 'Con la boca se dan besos'. De esta manera conocerá formas no agresivas de utilizar la boca y aprenderá a respetar a los demás.
  • Enseñaremos lo que se debe hacer en lugar de morder; es decir, cómo expresarse en diversas situaciones y, en un tono conciliador, resolveremos el conflicto que provocó la mordida inicial.
  • Elogiaremos la situación que se resuelve sin morder.
  • Aprovecharemos el momento de la comida para recordar que lo que se muerde y se mastica son los alimentos.
  • Entenderemos esta fase de los mordiscos como una más de su desarrollo.
  • Trabajaremos en equipo (educadoras y padres) para que, con el tiempo, constancia y paciencia, vayan mejorando la situación.
    • Necesitaremos que aprendan alternativas para ir modificando la conducta de forma adecuada.