Escrito por Encarna Domínguez y Margarita Alerm. Centre d’Educació
Infantil i Familiar. EI Mosaic. Granollers (Barcelona)
Aula de Infantil nº45 Septiembre- Octubre 2008
En el espacio de juego
tenemos un tobogán un poco alto para favorecer la motricidad de los niños y las
niñas. Los primeros días de escuela vimos cómo la abuela de Roser sufría cuando
la niña intentaba bajar por el tobogán.
Roser enseguida decía:
_¡Ayudame, ayúdame!
No se atrevía a
hacerlo sola ante la mirada de su abuela.
Por su parte, la
abuela corría a ayudarla y a continuación le decía:
_Roser, no te subas
que te vas a caer.
Ésta es una de las muchas situaciones que nos podemos
encontrar a lo largo del día, donde se pone a prueba nuestra capacidad como
personas adultas de respetar la autonomía de los niños y las niñas sin
estropear su imagen y dar mensajes que pueden entorpecer su desarrollo.
A menudo hablamos de los miedos infantiles y es cierto que
pasan por periodos en los que tienen miedo a diferentes cosas: a la oscuridad,
a las personas extrañas, a los ruidos desconocidos… pero hoy no queremos hablar
de estos miedos sino de los miedos de las personas adultas que, a menudo sin
darnos cuenta y con un sentido protector, traspasamos a los niños con nuestros
gestos, nuestras palabras y nuestras acciones.
Para poder llevar a cabo este aprendizaje el niño o la niña
necesitan probar y arriesgarse, pues es la única manera que tienen de comprobar
sus habilidades. Este camino es el que les ayudará a tener una imagen ajustada
a su identidad y esta conquista es la que les ayudará en diferentes situaciones
de sus vidas.
Para llevar a cabo estas conquistas, el niño necesita un
entorno que le anime, que le apoye, y que también le haga sentir seguro sin
limitar sus intentos.
Para las familias a veces es difícil encontrar este
equilibrio entre el dejar hacer y sobreproteger. Muchas veces anteponemos los
posibles peligros o consecuencias, sin valorar que el niño o niña sabe
desenvolverse y no hay que hacerle coger miedos innecesarios.
Los niños y las niñas tienen la
capacidad para protegerse de los peligros
aunque a veces corran riesgos que a
nosotros nos parecen innecesarios.
Tenemos que poder diferenciar cuando un miedo es nuestro con
el fin de no transmitirlo, sin que eso quiera decir que no podamos colocar al
niño o niña en situación de alerta.
Con pequeños mensajes en positivo podemos lograr el mismo efecto,
sin traspasar nuestros miedos, pero haciendo ver que hay que ir con cuidado.
En lugar de decir: ‘No te subas que te vas a caer’,
podríamos cambiar la frase por: ‘agarrate fuerte que te podrías caer’.
Con este mensaje le damos la posibilidad de protegerse y al
mismo tiempo le advertimos de un peligro que puede ser que pase o no. Se la
misma manera ayudamos al niño o niña a que vaya adquiriendo un control sobre
posibles caídas porque éste también es un aprendizaje que le ayudará en muchas situaciones.
Tan importante es protegerse para no hacerse daño, como
aprender a caer para evitar males mayores.
A menudo los niños y las niñas cuando están haciendo una
acción nos miran para calibrar cuál es nuestra actitud. Una mirada de apoyo
puede ser suficiente para que se sientan apoyados y al mismo tiempo seguros de
que estamos con ellos, aunque sea en la distancia.
Hay que preservar la libertad infantil por encima de todo,
porque su libertad les llevará a vencer obstáculos y a no someterse a miedos
que les pueden privar de conseguir nuevos logros.
La libertad es una virtud que les ayuda a superarse, a tener
un espíritu valiente, combativo.
A menudo la libertad da miedo, porque implica asumir
responsabilidades, pero a la vez también ayuda a luchar contra el miedo.
Los adultos somos responsables de educar a nuestros niños y
niñas en esta libertad.
Algunas propuestas
que pueden ser válidas
- Identificar si estamos
ante un peligro real o de un miedo del adulto.
- Prestar atención a las
continuas acciones de los niños con una mirada confiada.
- Si hay que alertar sobre
un peligro, hacerlo siempre con mensajes positivos.
- No anticiparnos con
nuestras acciones y nuestros gestos, sino esperar la respuesta de los
niños.
- Controlar nuestras emociones
en situaciones en las que el niño o niña está probando sus habilidades.
- Respetar la autonomía de los niños y las niñas porque eso les hará ser más libres.
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